jueves, 29 de mayo de 2014

El ojo de Terpsícore



En la danza, dice Radcliffe-Brown, la personalidad del individuo es sometida a la acción que ejerce sobre él la comunidad, y las acciones y los sentimientos personales forman un concierto armonioso en el que se llega a un máximum de unidad y de concordia, que experimentan intensamente todos los individuos que forman parte de ella. 




No importa que la danza en muchos casos sea escena o escenario de discordia. Lo que observó Radcliffe-Brown no se refiere al tema del baile en sí, ni a si se baila sólo en grupo, o si están o no hermanados los danzantes. Se  refiere a la constitución social de la danza, a su estructura interna como fuente de lenguaje.

Ballet Brandsen, dirección Mabe
Pimentel y Oscar Murillo
Fotografías: Antonio Fresco



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CPRowe

Fotógrafo

Tamara Rojo


Robert Doisneau 




Café Saint Yves Saint Germain des Prés, Paris, 1948







Las técnicas corporales constituyen la forma en que los hombres, sociedad por sociedad, hacen uso de su cuerpo en una forma tradicional. (Mauss, 1979 p. 337)


Selene Muñoz 





Ruth St. Denis


miércoles, 28 de mayo de 2014

Third Man

Aunque desde el primer momento le propusieron escribir el guion de una película ambientada en la Viena de posguerra, con la firme presencia de las cuatro potencias ocupantes, Graham Greene optó por escribir la trama en forma de novela. Aquél era el único modo, aseguraba, de poder planificar el guion, el cual sería posteriormente elaborado por el propio novelista y por el productor, Alexander Korda. Greene siempre defendió que la versión de la película era mucho mejor que la del libro (incluido el final, que es distinto), lo cual no impidió que éste fuera editado de todas maneras y se convirtiera en un clásico.
El aporte de Orson Welles al conjunto de la película parece evidente. Welles, que tenía problemas con sus producciones en Hollywood, decidió dar el salto a Europa, donde dirigió y colaboró en varios proyectos, entre ellos éste film de Carol Reed. Su primera aparición en pantalla (el movimiento de una lámpara que muestra a Harry Lime ante la sorprendida cara de Cotten) ha sido considerada como la mejor presentación de un personaje en un filme. El plano secuencia del final y la escena de la persecución en los alcantarillados de Viena son igualmente memorables.
  • Fue rodada en London Film Studios (Shepperton, Inglaterra). Los exteriores se rodaron en Austria.
  • La música de Anton Karas, interpretada por él mismo en cítara, fue un éxito y llegó a los primeros lugares en 1950.
  • También es de destacar la fotografía en blanco y negro y los exteriores seleccionados, que muestran diversas facetas de la ciudad de Viena, como la Noria de Viena del Prater o las cloacas vienesas, marco de la famosa escena de la persecución final.


Guerra Fría, Viena, 1947. El norteamericano Holly Martins, un mediocre escritor de novelas del Oeste, llega a la capital austríaca cuando la ciudad está dividida en cuatro zonas ocupadas por los estados aliados de la Segunda Guerra Mundial. Holly va a visitar a Harry Lime, un amigo de la infancia que le ha prometido trabajo. Pero su llegada coincide con el entierro de Harry, que ha muerto atropellado por un coche. El jefe de la policía militar británica le hace saber que su amigo estaba gravemente implicado en el mercado negro. Adaptación de la novela homónima de Graham Greene.
Os dejo con 115 capturas de ese maravilloso clásico de Carol Reed llamado “El tercer hombre” (1949), dotado de una fotografía espectacular, unas actuaciones muy correctas (Joseph Cotten, Alida Valli, Trevor Howard y Orson Welles) y un virtuosismo narrativo fuera de toda duda (atención a la importancia que se le da en la trama a un personaje -el inolvidable Harry Lime (Welles)- que no aparece hasta bien entrada la primera hora de metraje (no revelaré si es mediante un flashback o dentro de la misma historia), en un tratamiento similar al visto en “Laura” (1944) de Otto Preminger), que supone todo un descenso a las cloacas (en todos los sentidos) de la Viena de la posguerra. La sutil presentación del “maestro de ceremonias” (Welles), la implacable persecución por los alcantarillados o el majestuoso plano secuencia final ya forman parte del imaginario colectivo cinéfilo. 








EL TERCER HOMBRE / VIENA

AGATHA CHRISTIE 1890 - 1976





No es la escritora profunda, sensual, retorcida. No es romántica, ni autobiográfica. No es despiadada, hipersensible, virtuosa, ni tampoco experimental o poética. Pero es única. Fue ella quien comprendió definitivamente la naturaleza del lector, aquel que desea con todas sus fuerzas que le decepcionen, que no quiere encontrar el camino hacia un mítico lugar del crimen, aunque se involucre en ello tanto como el autor. Fue ella la que supo domar el espacio con palabras que eran imágenes: paisajes grises, azules, verdes, plateados. Ingleses. Una exagerada preocupación por el clima, una vida social hirviendo en el té, un criminal con levita, una mente intachable, anciana o belga. Todas las cosas puestas como estaban.






jueves, 8 de mayo de 2014

Un infierno ignorado


Las músicas de Brundibar (fragmento)



¿Hubiera yo pensado tanto, así, hasta la extenuación, de haber vivido en otra época? Puesto que aquella se me antojaba el final de una era, cuya torre la historia colocaba abigarrada de almenas, banderas y escaleras lanzadas desde cualquier punto geométricamente imprevisible, una Babel de disparos de un lado a otro, donde había que concentrarse para distinguir quién tiraba a quién, como en uno de esos cuadros de El Bosco que yo miraba detenidamente de niño, llenos de pequeños cuerpos desnudos, simbióticos con máquinas que me inquietaban porque no sabía si estaban hechas para sufrir o para gozar, y a pesar de las alusiones al infierno en los títulos de las escenas y en los detalles demoníacos, yo me preguntaba cómo había ido a parar esa gente allí, si acaso su voluntad los había colocado donde querían y eran cuerpecillos terribles, frágiles, pero consecuentes con lo que fueron en vida, o quizá un día podía encontrarme repentinamente en aquel lugar por lo arbitrario de un poder maléfico que, en la guerra invisible entre fuerzas profundas y absolutas, había ganado una de las batallas llevándome como rehén o trofeo. 

Detalle del Jardín de la Delicias, El Bosco


... lo sentía también entonces, en Berlín, en aquella época que llamaban convulsa. Estábamos en la “Isla del Dr. Moreau”, ese perfecto empalme ficticio entre el capitán Nemo y un prototipo del Führer, sometidos a un fatuo experimento histórico. Un infierno ignorado. Como en Brundibar, aquella ópera para niños que compuso Hans Krása en el 38 y que él mismo montó estando preso en el campo de exterminio de Terenzin.  


James Mason as Captain Nemo in 20,000 LEAGUES UNDER THE SEA

jueves, 1 de mayo de 2014

... un sótano más negro que mi reputación

CONTRA JAIME GIL DE BIEDMA

De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación —y ya es decir—, 
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?

Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.

Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
—seguro de gustar— es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.

Si no fueses tan puta!
Y si yo supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.

A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!

Jaime Gil de Biedma