jueves, 8 de mayo de 2014

Un infierno ignorado


Las músicas de Brundibar (fragmento)



¿Hubiera yo pensado tanto, así, hasta la extenuación, de haber vivido en otra época? Puesto que aquella se me antojaba el final de una era, cuya torre la historia colocaba abigarrada de almenas, banderas y escaleras lanzadas desde cualquier punto geométricamente imprevisible, una Babel de disparos de un lado a otro, donde había que concentrarse para distinguir quién tiraba a quién, como en uno de esos cuadros de El Bosco que yo miraba detenidamente de niño, llenos de pequeños cuerpos desnudos, simbióticos con máquinas que me inquietaban porque no sabía si estaban hechas para sufrir o para gozar, y a pesar de las alusiones al infierno en los títulos de las escenas y en los detalles demoníacos, yo me preguntaba cómo había ido a parar esa gente allí, si acaso su voluntad los había colocado donde querían y eran cuerpecillos terribles, frágiles, pero consecuentes con lo que fueron en vida, o quizá un día podía encontrarme repentinamente en aquel lugar por lo arbitrario de un poder maléfico que, en la guerra invisible entre fuerzas profundas y absolutas, había ganado una de las batallas llevándome como rehén o trofeo. 

Detalle del Jardín de la Delicias, El Bosco


... lo sentía también entonces, en Berlín, en aquella época que llamaban convulsa. Estábamos en la “Isla del Dr. Moreau”, ese perfecto empalme ficticio entre el capitán Nemo y un prototipo del Führer, sometidos a un fatuo experimento histórico. Un infierno ignorado. Como en Brundibar, aquella ópera para niños que compuso Hans Krása en el 38 y que él mismo montó estando preso en el campo de exterminio de Terenzin.  


James Mason as Captain Nemo in 20,000 LEAGUES UNDER THE SEA

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