sábado, 11 de julio de 2015

Marcel Mauss. Ensayo sobre el don




Ensayo sobre el don, también conocido como El don o El regalo, (en el original francésEssai sur le don. Forme et raison de l'échange dans les societés archaiques) es un libro de Marcel Mauss publicado por primera vez en 1925 que trata sobre los métodos de intercambio en las sociedades arcaicas. Es reconocido como el estudio de carácter etnográfico,antropológico y sociológico más temprano e importante sobre la reciprocidad, el intercambio y el origen antropológico del contrato.

La obra original de Marcel Mauss fue publicada bajo el nombre: Essai sur le don. Forme et raison de l'échange dans les societés archaiques (Ensayo sobre el don. Forma y razón del intercambio en las sociedades arcaicas) y fue publicado originalmente en L'Année Sociologique en el número de 1923–1924 (publicado en 1925).


El ensayo de Mauss trata la manera en que el intercambio de objetos entre los grupos articula y construye las relaciones entre ellos. Sostuvo que donar o dar un objeto (don) hace grande al donante y crea una obligación inherente en el receptor por la que tiene que devolver el regalo. La serie resultante de los intercambios que se dan entre los individuos de un grupo -y entre otros grupos distintos- establece una de las primeras formas de economía social y solidaridad social utilizada por los seres humanos. El don establece fuertes relaciones de correspondencia, hospitalidad, protección y asistencia mutuas...
El ensayo está construido con una amplia gama de estudios sobre grupos etnográficos. Mauss aprovechó la experiencia y los datos de estudio de Bronisław Malinowski sobre el Intercambio kula de los pobladores de las Islas Trobriand, la institución del Potlatch en los indios de la costa del Pacífico noroeste de Norteamérica y otros estudios etnográficos sobre pobladores de la Polinesia que demuestran la generalización de la práctica de los regalos o dones en sociedades no europeas. En las secciones posteriores del libro se examina la historia de la India, y se sugiere que los rastros de intercambio de regalos se puede encontrar también en sociedades más desarrollados. En las conclusiones del libro Marcel Mauss sugiere que las sociedades seculares industrializadas, podrían beneficiarse si reconociesen la práctica del don (intercambio de regalos).

Marcel Mauss fue el inspirador de toda una parte de la reflexión sobre la antropología y de manera especial sobre la antropología económica, al mostrar que el don es agonista, ya que el vínculo no mercantil (cambios no remunerados ni inmediatamente correspondidos), a la vez que crea un vínculo social «obliga» a quien lo recibe, que sólo se puede liberar por medio de un «contradon»). Para Mauss, el don es esencial en la sociedad humana.
También ha influido en los filósofos, estudiosos de numerosas áreas de conocimiento, artistas y activistas políticos, incluyendo a Georges BatailleLouis GernetÉmile BenvenisteClaude Lévi-StraussMarshall SahlinsEdward Evan Evans-PritchardKarl PolanyiMaurice GodelierPierre BourdieuMaurice Merleau-Ponty,2 Jacques Derrida y recientemente el programador informático Eric S. Raymond.
De forma reciente el crítico cultural Lewis Hyde a relacionado el concepto del don con el mundo del arte y la creatividad, argumentando en su libro "The Gift" que el arte implica una forma de don, puesto que al contrario que muchas otras mercancías, su consumo no lo agota. No es necesario poseerlo para poder disfrutarlo. De esta forma se hace evidente el vínculo entre la noción del don y la del procomún.










viernes, 10 de julio de 2015

Jorge Luis Borges. Poema de los dones


Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.

De esta ciudad de libros hizo dueños
a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que ceden

las albas a su afán. En vano el día
les prodiga sus libros infinitos,
arduos como los arduos manuscritos
que perecieron en Alejandría.


Charles Haslewood Shannon : The Wise and Foolish Virgins





De hambre y de sed (narra una historia griega)
muere un rey entre fuentes y jardines;
yo fatigo sin rumbo los confines
de esta alta y honda biblioteca ciega.

Enciclopedias, atlas, el Oriente
y el Occidente, siglos, dinastías,
símbolos, cosmos y cosmogonías
brindan los muros, pero inútilmente.

Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca.

Algo, que ciertamente no se nombra
con la palabra azar, rige estas cosas;
otro ya recibió en otras borrosas
tardes los muchos libros y la sombra.

Al errar por las lentas galerías
suelo sentir con vago horror sagrado
que soy el otro, el muerto, que habrá dado
los mismos pasos en los mismos días.

¿Cuál de los dos escribe este poema
de un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?

Groussac o Borges, miro este querido
mundo que se deforma y que se apaga
en una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido.


Raymond Carver, el don de la ternura.

Raymond Carver según Rob Stolzer
El don de la ternura

Tarde en la noche comenzó a nevar.
Los copos húmedos caían
más allá del cristal de las ventanas,
surcando el aire frío
ocultaban el resplandor de la ciudad.
Observamos un rato la tormenta
sorprendidos, felices, satisfechos
de estar allí y no en otro sitio.
Puse un leño en el hogar,
me pediste que regulara
el tiro de la chimenea.
Nos metimos en la cama.
Cerré mis ojos, de inmediato,
pero
por razones que desconozco
antes de dormirme
el aeropuerto de Buenos Aires
atravesó mi memoria.
Recordé aquella tarde,
la temprana oscuridad, las sombras.
Reconstruí la escena:
Regresé a ese paisaje desolado
donde flotaba un silencio sepulcral
interrumpido únicamente por el rugido
de las turbinas del avión que carreteaba
lentamente bajo una lluvia de granizo,
tan fino que lo confundimos con nieve.
En las ventanas de los edificios no había luz.
Un lugar realmente solitario.
Sólo pasillos abandonados, hangares, vacíos.
No vimos una sola persona.
"Es como si todo estuviera de luto,"
fue tu comentario.


Abrí mis ojos.
El ritmo de tu respiración
me dijo que estabas profundamente dormida.
Te cubrí el cuerpo con uno de mis brazos.
Mis evocaciones
me trasladaron a la Argentina,
luego a un departamento en el pasé
un tiempo de mi vida, en Palo Alto.
No nieva en esa ciudad,
Pero el departamento disponía
de un amplio ventanal desde donde
podríamos haber mirado por horas
la autopista que rodea la bahía.
La heladera estaba al lado de la cama.
Las noches calurosas, sofocantes,
cuando me despertaba con la garganta seca
sólo tenía que estirar el brazo, abrir la puerta
y dejarme guiar por su luz interior
hasta el botellón con agua refrescante.
En el baño un pequeño calentador eléctrico
descansaba cerca del lavatorio.
Todas las mañanas mientras me afeitaba
calentaba agua en una vieja sartén,
el frasco de café instantáneo,
siempre a mano, en el botiquín.

Una mañana me senté en la cama
vestido, recién afeitado,
bebiendo sorbos de café caliente
intentando olvidar planes,
proyectos, todas esas cosas
que había decidido realizar.
Finalmente disqué el número
de Jim Houston que vive en Santa Cruz,
le pedí prestados 75 dólares.
Me contesto que estaba sin fondos.
Su mujer había viajado a México
por unos días y él no tenía dinero,
no llegaba a fin de mes.
"Está bien", le dije. "Te entiendo."
Y así era,
no necesité explicaciones.
Hablamos un poco más y cortamos.
Terminé el café cuando el avión
comenzaba a elevarse en mi recuerdo
y yo desde la ventanilla miraba
por última vez las luces de Buenos Aires.
Después cerré los ojos
iniciando el largo regreso.

Esta mañana hay nieve por todos lados.
Hablamos sobre la tormenta.
Me comentás que no dormiste bien.
Te digo que yo tampoco.
Tuviste una noche terrible. "Yo también."
Estamos tranquilos el uno con el otro,
nos asistimos tiernamente
como si comprendiéramos nuestro estado de ánimo,
las mutuas inseguridades.
Creemos adivinar los sentimientos del otro,
no podemos, por supuesto, nunca podremos.
No tiene importancia.
En realidad es la ternura la que me interesa.
Ése es el don que me conmueve, que me sostiene,
esta mañana, igual que todas las mañanas.


http://cainabella.blogspot.com.es/2014/10/raymond-carver-el-don-de-la-ternura.html




Francisco Rodríguez Criado

martes, 7 de julio de 2015

Claudio Rodríguez, el don de la ebriedad.

1884. William Adolphe Bouguereau. La juventud de Baco.




Siempre la claridad viene del cielo;
es un don: no se halla entre las cosas
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
Así amanece el día; así la noche
cierra el gran aposento de sus sombras.

Y esto es un don. ¿Quién hace menos creados
cada vez a los seres? ¿Qué alta bóveda
los contiene en su amor? ¡Si ya nos llega
y es pronto aún, ya llega a la redonda
a la manera de los vuelos tuyos
y se cierne, y se aleja y, aún remota,
nada hay tan claro como sus impulsos!

Oh, claridad sedienta de una forma,
de una materia para deslumbrarla
quemándose a sí misma al cumplir su obra.
Como yo, como todo lo que espera.
Si tú la luz te la has llevado toda,
¿cómo voy a esperar nada del alba?

Y, sin embargo —esto es un don—, mi boca
espera, y mi alma espera, y tú me esperas,
ebria persecución, claridad sola
mortal como el abrazo de las hoces,
pero abrazo hasta el fin que nunca afloja.

lunes, 6 de julio de 2015

Lewis Hine, el don necesario.

Niños trabajando







'Jewess at Ellis Island' 1905 .

 'Italian family looking for lost baggage, Ellis Island' 1905 .

Lewis Hine entra en la Universidad de Chicago en 1902, estudiando Sociología, carrera que continuó en las universidades de Columbia y Nueva York. En Nueva York, Hine trabaja de profesor en la Ethical Culture School. Durante estos años, Hine valora la cámara fotográfica como instrumento para la investigación, como instrumento para comunicar sus hallazgos a investigadores y la enseñanza a los niños de su colegio.
En 1908, Hine mantiene sus opiniones sobre la fotografía, pero añade que la principal misión de la fotografía es el arte, los factores estéticos de la fotografía, los demás objetivos eran secundarios. A la hora de realizar fotografías (él las realizaba con fines sociológicos) se veía antes como figura artística que como científico.
Muy preocupado por el bienestar de los menos favorecidos, registró la llegada de los inmigrantes a la Isla de Ellis, sus asentamientos en insalubres viviendas, sus trabajos en fábricas y tiendas y a sus hijos jugando en los cubos de basura. Hine comprendía la subjetividad de sus fotografías pero también creía que tenían un enorme poder de crítica, llegando a describir sus fotografías como "fotointerpretaciones".
También resaltó cualidades positivas como la asistencias de la Cruz Roja en Centroeuropa.
En 1932 publicó su colección Men at Work, documento fotográfico sobre la construcción del Empire State.
Su obra fue donada al Museo Internacional de Fotografía George Eastman House, en Rochester.

Lewis Hine: el padre de la fotografía social