domingo, 2 de agosto de 2015

EL CUERPO DEL DELITO Y EL CUERPO DEL DESEO: DÉBORAH PUIG-PEY STIEFEL, " LAS MÚSICAS DE BRUNDIBAR", "DONDE HAY NILAD"

Reseña en "El calcetín de Ulises", de Xavier Rodríguez Ruera.




sábado, 1 de agosto de 2015


Foto de Xavier Rodríguez Ruera.

Foto de Beatriz Álvarez Sáez.



A estas alturas de la película, a nadie se le escapa que hablar, lo que se dice hablar, jamás dejamos de hacerlo, ni nosotros ni el resto de cosas, objetos, seres vivos, que nos rodean.

La ciencia forense y la crítica literaria han avanzado en siglo y medio, como decía la canción, una barbaridad y adonde no llega el escalpelo o el adjetivo rimbombante, pueden hacerlo el ojo clínico y la lectura reposada.
La barcelonesa Déborah Puig-Pey Stiefel es antropóloga de formación, activista cultural por vocación, y narradora por devoción.
Decían los estructuralistas que el sentido es aquello que se desliza entre las series nunca convergentes de los significantes y los significados; la casilla que falta, el fantasma que flota, la "X" que queda siempre sin resolver en esta enorme broma o ecuación diferencial que se llama Texto o que se llama Vida.
De repente, en la rúa de carnaval de Lloret de Mar, año 1930, se produce una muerte o un asesinato, y este acontecimiento luctuoso e impactante (el sujeto muere ensartado en el tridente de Neptuno), sirve a la narradora para poner en marcha su artefacto narrativo, que nos llevará a caballo del Berlín a punto de desmoronarse (y des-moralizarse) e inflamarse con los discursos de un loco de taberna, y la opaca Barcelona de las finanzas, los intereses creados, la Barcelona de "la pérgola y el tenis" a que se refería Biedma.
Los protagonistas que habitan y recorren los laberintos de piedra e historia de esta narración, son tres muchachos, dos chicos y una chica, pertenecientes a la burguesía industrial de la capital catalana, y cuyo perfume erótico y élan dinámico y detectivesco podría emparentarlos con otros tríos parecidos de la nouvelle vague.
La trama en fuga que propone la autora no le impide echar mano de sus extensos conocimientos sobre la época en cuestión, y adornar su vertiginoso esqueleto con brillantes pinceladas antropológicas, cinematógraficas y operísticas que dan muestra del aciago esplendor de la época.
(A modo de sugerencia, me permito sugerir un índice onomástico, con breves explicaciones, al final del libro).
¿Una novela histórica? ¿de detectives? ¿de aprendizaje? Una brillante novela que se va construyendo, como un tren que ilumina de noche ciudades, épocas dormidas y las despierta, conforme avanza.

El segundo libro, aunque primero por orden de publicación, se titula "Donde hay nilad", y narra las vicisitudes de una familia disfuncional y transfronteriza entre los años veinte y las postrimerías del siglo pasado.
Si en "Las músicas de Brundibar" lo importante y lo fundamental que afectaba a los personajes, acontecía, grosso modo, fuera de ellos mismos, en este caso lo esencial ocurre y transcurre adentro de los cuerpos.
Y el deseo, torcido o victorioso, es uno de los vientos que gobiernan el cuerpo.
El Deseo, prematuramente descubierto por Judith, la protagonista, siendo casi una niña, en los ojos y en los brazos de un adulto de ascendencia filipina, se convierte desde entonces en un dios, en un reyezuelo despótico y oscuro servido por dos damas de alcurnia, la Lujuria y la Culpa.
Como en los libros (tan admirados por Puig-Pey Stiefel) de Lewis Carroll, hay objetos en el libro, debajo del texto, que están sin que se vean, que actúan sin que lo parezca, que se deslizan como grumos blancos, como fantasmas, a través de la narración, en ocasiones hurtándose a la vista y en ocasiones no.
Entre los objetos que aparecen, auténtico macguffin o excusa argumental, está una filmación que se transmite de generación en generación, y en la que los protagonistas aparecen o desaparecen de la misma, borrando las fronteras entre el pasado y el soporte material que lo contiene, y el presente.
"Donde hay nilad" en una novela romántica. Lo son los escenarios (esa vieja mansión familiar habitada de consuno por fantasmas, afectada, como la "Casa desolada" de Dickens, por una hipoteca que está a punto de llevársela al otro barrio), las canciones que jalonan la trama y la intensidad de las emociones que la protagonista trata de transmitir al lector.
En la novela, aunque no se vean ni se nombren, "aparecen" maletas.
Principalmente una, la que arrastra Judith a lo largo de su vida, con los miembros disgregados de su familia y que, como Hamlet, podrían llevarla a exclamar: "¡El mundo está fuera de quicio!... ¡Oh suerte maldita!... ¡Que haya nacido yo para ponerlo en orden!".
O a intentar, como el protagonista de la novela de Mary Shelley (otra de las autoras de referencia de D.P.S.), juntar los pedazos, poner nombre a los síntomas, narrar y conjurar los fantasmas del deseo.


"Las músicas de Brundibar". Edicions Bellaterra, Barcelona, 2015.
"Donde hay nilad". Menoscuarto Ediciones, Palencia, 2010.

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