jueves, 30 de noviembre de 2017

De



De las rosas hay que escribir siempre,
porque son corazones fuera de los cuerpos,
son como ojos de huracán ciego
o centros sin diana.

De las rosas hay que hablar,
porque se abren,
como infinitas palmas de manos,
porque son el nombre y son la cosa
porque laceran
porque huelen
porque se deshojan.

Con las rosas siempre se sueña,
porque traen recuerdos de sangre
y de horas que se van,
de sacrificios y antiguos animales,
de troncos lechosos y sexo y hambre.
De cómo de híbrida
puede ser la pureza.

De amor inabordable.



Deb

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